Acerca de mí

Soy maestra. Es mi carta de presentación. Y no quiero ser otra cosa. Soy comunicadora. Soy buena comunicadora. Me implico en mi labor más allá de lo exigido, de lo rigurosamente correcto. No importa. Nunca me importó echar horas de más para llevar alegría a los alumnos/as.

Durante toda mi vida (y son años ya), he sentido la necesidad de buscar nuevos horizontes, nuevas perspectivas, nuevas enseñanzas, y me embarqué en estudios complementarios a mi labor educativa, creía firmemente en mi reciclaje como profesora, mis nuevos conocimientos revertirían en los alumnos/as a quien enseñaba.

Estudié: logopedia, educación física, técnicas artísticas diversas, dramatización, teatro, actividades circenses, música en estado puro, actividades de tiempo libre, informática, fotografía y diseño… Es larga la lista, hasta yo he olvidado todo lo que estudié. Y seguía intranquila. No me saciaba. El mismo desasosiego que de niña. Cuando apenas tenía cinco años me bebía los libros, libros de adultos con infinidad de páginas. Me grabaron mis padres bien pronto (a ellos les hicieron lo mismo) aquello de: “El saber no ocupa lugar”. Y yo me ocupaba en llenar mi cabeza de conceptos, definiciones y leyes.

Los viajes calmaban esa sed de estudiar, hacer, realizar, en tiempo record. Aprendí mucho (y sigo aprendiendo, recomiendo ser copiloto en los viajes de turismo). La geografía española no tiene misterios para mí. La exploradora que hay en mí llegaba hasta el lugar más insospechado, con algún que otro susto (durmiendo con lobos, una noche en que el coche decidió estropearse en mitad de una senda de arena). Tengo mapas enteros con acotaciones y escritos de lugares engañosos que están…en ninguna parte. Pueblos desaparecidos, tragados por un pantano mal señalizado, ríos desviados sin puentes para cruzarlos…sería largo de describir todo lo que apunté, sugerí, dirigí y comprobé.

Así he pasado toda mi vida, en una búsqueda incesante para acallar mi desazón interior. Unas buenas vacaciones en esta vida, un alto en el camino, mi alma así lo sugería, generosa conmigo, y generosos mis guías que me regalaron todos estos años de dormida oscuridad, gracias a la ayuda que presté a un alma vieja que vino a trabajarse la autoestima, el amor y, sobre todo, la locura.

Años metida en una historia que no era mía, pero que cogí como mía, años sintiendo el desgarro, el desamor y el sufrimiento. Salí ilesa, (ahora sé porqué), pero vacía de contenidos. De ahí, el reclamo intelectual, la obsesión de saber, de investigar, de hacer.

Costó reconducirme. Pero apuntaba maneras. Resonaba en mi interior voces que me invitaban a conocer algo más que libros de literatura o de ciencias. Intenté meterme en meditaciones dirigidas de las que salía hambrienta y aburrida; conferencias espirituales que me parecían sectas sin conocimiento; charlas sobre Dios, y aquí me asustaba, no se puede pronunciar el nombre de Dios en vano; a pesar de todo, había un punto de rebeldía que impedía la total conexión con mi espiritualidad. Era nieta e hija de andaluces, jornaleros recalcitrantes, ateos por convicción, no podía darles la espalda así como así.

Ahora sé que la preparación era otra. Sé que mi alma tenía que llamar a mi corazón en el momento justo, pactado en el no tiempo para que llegara la luz a mi personalidad dormida. Y la llamada llegó. Una semilla se abrió camino entre tanta inconsciencia. Un curso en la Naturaleza. En un bosque. Con un río vivo en corriente continua. Una reconexión. Una excursión para reponer fuerzas en un trimestre que volaba hacia su fin, diciembre. Y una persona clave en mi despertar: Eva Julián. Recuerdo con emoción la llegada a la Sierra de la Culebra, en Zamora. No recuerdo el nombre del valle, para mí será siempre el valle. Entramos en silencio. Así lo exigía el guión. Yo iba sobrecogida. Me rodeaban: el agua burbujeante y sonoro; rocas gigantescas y amenazadoras; montañas amplias y firmes; árboles centenarios con sus ramas extendidas y un tímido Sol que se iba abriendo camino entre nubes de algodón y cirros oscuros. La puerta de entrada parecía sugerir la bienvenida, pero era tal la magnificencia del lugar que me quedé clavada al suelo, anclada al sueño que veía. Sólo mi curiosidad y la chispa divina de mi corazón me hicieron reaccionar. Miré hacia las personas que compartían mi misma sensación y escuché a Eva aquellas palabras que calaron en lo más hondo de mi ser: «Igual que entras a una casa ajena, aquí has de hacer. Pide permiso para entrar y da las gracias después».

Comencé a caminar regodeándome en las palabras que pronunciaba, escuchando el cris-cras de las hojas al ser pisadas por mis botas, y el «gracias» que como un mantra rociaba a mi alrededor. Entonces llegó la magia. Dentro de mí, en lo más profundo e íntimo escuché nítidamente una voz limpia y cristalina: ¡BIENVENIDA A CASA! En aquel momento, supe donde estaba lo que tanto anhelaba. Y mi alma se conectó con el alma del valle, con la Naturaleza Sagrada, y sentí el TODO en su inmensidad.

Por mi corazón pasaron todos los sentimientos amorosos vividos desde el momento de nacer y fui UNA con el Universo. UNA con el valle, Una con el río, Una con los animales, Una con los árboles, Una con los seres humanos. Y conecté con la Luz. Conecté con la Fuente. Con la energía. Con Dios. Con el amor puro. Desde aquel momento, sufrí un cambio. Sutil al principio, pero poco a poco sentí la necesidad de esa conexión recobrada con la Naturaleza, con la madre Tierra. Era la forma más maravillosa de hablar con mi alma, de meditar, de encontrar mi paz interior, mi yo, mi rumbo, mi camino hacia la luz. Y ya no sentí la necesidad de buscar fuera de mí. Todo estaba dentro y se fue destapando ese recuerdo de mis vidas pasadas, fui sanando actos y hechos de esta vida, fui madurando el conocimiento sobre mí misma, fui encontrando esa luz escondida que yo no dejaba salir.

Todo fue fluyendo. Aparecieron mis ángeles. Se dieron a conocer los ángeles de la guarda, mis guías y por supuesto, mis dones. Dones que pongo a disposición de la humanidad, mis herramientas espirituales a pleno rendimiento con la magia en mis venas. En estos años, mi despertar ha sido meteórico. Y ahora pienso cómo he podido dejar a un lado mi sabiduría, mi ancestral conocimiento. Me ha sido revelado que fui, en otra época que no tiene nombre ni espacio, el Señor del Sonido, y como tal, dispongo todo el conocimiento que voy recordando, a vuestra disposición. Vibración para abrir el libro del alma, vibración para sanar tu camino, tu vida. Aquí paro. Estoy en el momento más dulce del camino. Soy un alma protegida y mimada. Me dan información precisa que yo descodifico y utilizo.